Etiología
La parvovirosis es una enfermedad gastroentérica infecciosa de curso agudo,el antecedente histórico nos remonta a 1978 cuando se describe por primera vez en un perro doméstico. El origen del nombre se debe a su raíz etimológica PARVUS, que significa pequeño. Existen 2 tipos de Parvovirus canino (CPV): CPV-1 y CPV-2 (a y b). El que regularmente causa enfermedad gastroentérica grave es el CPV-2.
Patogénesis
El virus se transmite por contacto directo con los perros infectados. La transmisión indirecta, por ejemplo, a partir de fomites contaminados por las heces, también constituye una importante fuente de infección. El virus es excretado en las heces de los perros infectados hasta 3 sem después de la infección. Los perros que se recuperan pueden actuar de portadores y eliminar el virus periódicamente. Tras la ingestión, la replicación viral se produce en el tejido linfoide de la orofaringe; desde allí, el virus pasa al torrente sanguíneo. Ataca rápidamente a las células en división por todo el organismo, especialmente las de la médula ósea, el tejido linfopoyético y el epitelio de las criptas del yeyuno y del íleon. La infección linfática temprana se acompaña de linfopenia y precede a la infección intestinal y a los síntomas gastrointestinales. La replicación en la médula ósea y el tejido linfopoyético produce neutropenia y linfopenia, respectivamente. A los 3 días de la infección, las células de las criptas de rápida división son infectadas.
La excreción viral en las heces comienza 3 o 4 días después de la infección y alcanza un pico cuando aparecen los síntomas clínicos. La excreción viral desciende rápidamente y puede dejar de ser detectada entre 10-14 d después de la infección inicial. La replicación viral en el epitelio de las criptas intestinales causa el colapso de las vellosidades, necrosis epitelial y diarrea hemorrágica. Bacterias entéricas normales, por ejemplo, Clostridium perfringens y Escherichia coli, invaden la mucosa lesionada y pueden acceder al torrente circulatorio y producir septicemia.
Las parasitosis intestinales, el hacinamiento, el estrés, las enfermedades concurrentes y un mal estado general de los animales son factores que predisponen a su aparición. Este virus es muy estable en el medio ambiente; es capaz de resistir un amplio rango de pH y altas temperaturas. Es resistente a varios desinfectantes comunes y puede sobrevivir durante meses en áreas contaminadas. Rottweiler, pit bull terrier americano, doberman pinscher y pastor alemán corren un riesgo mayor de contraer la enfermedad, en general se conoce una predisposición en perros de color negro. El caniche miniatura y el cocker spaniel parecen correr un menor riesgo de padecer la enfermedad entérica.
La dosis viral necesaria para producir enfermedad clínica también puede ser un factor. El contacto prolongado con un perro que está eliminando grandes cantidades del virus incrementa la probabilidad de enfermedad.
Signos Clínicos
Los signos clínicos que pueden aparecer son: Anorexia, decaimiento, fiebre, diarrea (frecuentemente hemorrágica) y vómitos. La presentación del cuadro clínico dependerá mucho de si el paciente tiene o no una buena respuesta inmunitaria, en casos severos, este cuadro lleva a deshidratación y a la muerte. En algunas ocasiones el parvovirus puede tener una presentación asintomática. Estos casos se presentan en animales adultos jóvenes o en cachorros que tienen una exposición a bajas concentraciones del CPV.
Frecuentemente se puede complicar el cuadro debido a que bacterias, parásitos y otros virus pueden ser oportunistas y complicar aún más el cuadro.
En cachorros muy jóvenes (de 8 semanas o menores) se puede complicar con la aparición de miocarditis, la cual se presenta como alteraciones circulatorias y/o la presencia de agua en el pulmón.
Tratamiento
El tratamiento debe iniciarse de inmediato, en cuanto se detectan los primeros síntomas. No existen tratamientos específicos contra el virus, por lo que el tratamiento deberá ser sintomático, la prioridad será evitar la deshidratación y el desequilibrio electrolítico, proteger el tracto intestinal y reducir el riesgo de infecciones secundarias. Esto lo haremos reponiendo fluidos y electrolitos tanto en cantidad como en el tipo que fuera necesario. En ocasiones tendremos que aumentar las dosis de fluidos con el fin de compensar las pérdidas que se producen por los vómitos y las diarreas.
Podríamos utilizar soluciones orales electrolíticas en perros con una deshidratación leve que no presenten vómitos. Los perros que no cumplan con este criterio deberán recibir fluidoterapia I.V.
Deberemos compensar de manera adecuada las pérdidas de potasio y de glucosa y controlar los vómitos con el empleo de antieméticos y antiácidos.
Habrá que controlar las infecciones bacterianas secundarias, las cuales se verán potenciadas por la leucopenia y la lesión de la mucosa intestinal, misma que puede predisponer a la septicemia. En algunos casos será conveniente hacer sinergia de antibioticoterapia.
La comida y el agua se deben retirar hasta que los vómitos hayan remitido, Se debe mantener al perro en ayunas durante otras 12-24 horas, si los síntomas gastrointestinales recidivan después de dar de comer. Si la comida es tolerada, se continúa con la dieta blanda durante 7-14 días, después de los cuales se puede reintroducir gradualmente la dieta habitual del perro.
En condiciones normales, con un Diagnóstico Oportuno y con el tratamiento de sostén adecuado; la supervivencia debería estar cerca del 90%.